Escrito por: Arquitecto Pedro M. Gómez N.
El aumento de la población mundial ha desbordado todas las predicciones sobre su crecimiento. Este fenómeno que está demarcado dentro de la globalización periférica, con asentamientos humanos en donde cerca del 50% vive en las ciudades, ha generado aglomeración y por consiguiente Urbanización.
El avance tecnológico en busca de soluciones para el hábitat de la población, se ha convertido en uno de los principales causantes del calentamiento global. La eco eficiencia frente al mercado no ha tenido la regulación indicada y sus chimeneas son el primer factor de contaminación de la capa de ozono.
Esto, ha traído como consecuencia que la mayoría de la humanidad haya abandonado las tradiciones constructivas vernáculas, basadas en las tecnologías con tierra, dejando atrás la huella ecológica por la pérdida de la biodiversidad, la deforestación, la degradación del suelo, y como consecuencia el mal ordenamiento del territorio, la invasión de los ecosistemas, la modificación del cauce de los ríos, la destrucción de humedales y hoy cerca del 36% del área de la biósfera no sirve para nada.
En la actualidad es imprescindible hacer un abordaje a los sistemas tradicionales de construcción, yendo a las culturas ancestrales y retomando los valores más importantes que nos dejó el mestizaje cultural.
Hay que hacer un reconocimiento histórico a la tapia pisada, al bahareque y al adobe ,como tecnologías invaluables del patrimonio arquitectónico, porque la mitad de la población mundial habita en casas construidas con tierra, pues desde los tiempos más remotos , las culturas constructivas milenarias nos han dejado un patrimonio intangible digno de rescatar con integralidad universal como gran aporte al desarrollo y conservación de las arquitecturas sostenibles para lograr un planeta más verde.
Hay ejemplos de grandes construcciones con los materiales que brinda la naturaleza. En América desde el sur de los Estados Unidos hasta Chile, como el pueblo Taos en Nuevo México, la ciudad de Santo Domingo, el Panamá viejo, el pueblo Tayrona en Colombia, el barrio la Candelaria en Bogotá, las ruinas del Cha-Chan en Perú, etc. para solo mencionar algunos ejemplos.
En países como Colombia, adelantamos un innovador sistema de construcción, empleando la cascara de arroz (rice husk) como material para elaborar tapia pisada y prefabricados, pues este desecho agroindustrial, por su composición química (anhídrido silícico) es un contamínate atmosférico de gran impacto. La estructura portante de las construcciones, las hacemos con la guadua, la cual ya está dentro de las normas sismo resistentes en Colombia. Éste es otro material de mucha utilidad, considerado como un recurso natural renovable. Estas construcciones por sus virtudes de liviandad, flexibilidad y ductibilidad, su lenta deformación y desplome ante terremotos, producen menor número de víctimas mortales que otros tipos de construcciones. Además el poco uso de cemento y bajo costo será una gran solución para resolver los asentamientos humanos.